Por Josué Masís Abarca
Cuando se habla de precarios y tugurios la imagen más común que asociamos es la de las casas de latas e infraestructura endeble. No está tan alejada de la realidad, ciertamente, el detalle es que se ignoran muchas más necesidades que al parecer todo el mundo conoce, pero nadie quiere asumir.
¡Qué jodido es analizar estas situaciones!, es jodido ver y entender que el acceso a servicios básicos es un toque limitada para esta gente, y ojalá se tratara de eso y solo de eso, pero no. Como una especie de efecto dominó, el simple hecho de no tener acceso a agua potable ya es un broncón, y es que afecta la salud de las personas. No tener agua potable condiciona el lavado de manos, el lavado de alimentos, el lavado de utensilios de cocina y demás superficies, y es un caldo de cultivo perfecto para las enfermedades gastrointestinales. ¿Y si pensamos en el impacto ambiental?, en que no hay un drenaje y tratamiento de las aguas negras, que las letrinas van a parar a los cauces de los ríos, que la situación por sí sola es un poco de miércoles… (las disculpas del caso). Igual de jodido es no tener acceso a electricidad o tener que hacer instalaciones clandestinas que suponen riesgos de incendios, y es que la mayoría de gente piensa que cuando se va a la luz ya no hay tele o internet, pero para estos sectores menos favorecidos hay más cosas por las qué preocuparse, como cocinar.
¿Quién me explica que la situación ya la hayan analizado sociólogos, geólogos, geógrafos, planificadores sociales, que hayan hecho estudios, que haya revistas que abordan el tema, que haya material dedicado a la propuesta de soluciones para esta problemática social y que las esferas políticas simplemente lo ignoren?, ¿es que a los alcaldes, diputados y ministros les vale un rascacielos repleto de comino la integridad de los sectores menos beneficiados?, y es que las condiciones que están tras un precario van más allá de la pobreza extrema, de los juicios de valor por una nacionalidad (si, porque ya sé a quiénes les echan la culpa de los precarios), es un asunto de limitantes que desconocemos, que están plagadas de historias de vida que no merecen escribirse con hacinamiento y marginación, condenadas a no valer nada por el lugar en donde viven. Porque hasta eso, son personas siempre y cuando no mencionen dónde viven. Etiquetamiento, estigmatización y criminalización de la persona. Uy, ¡qué ofertón!
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